La reciente manifestación en Orihuela en defensa de la figura de Miguel Hernández no es solo una protesta cultural, sino un acto de resistencia ante el revisionismo histórico que el PP y Vox intentan imponer en la ciudad natal del poeta. El cambio de los vinilos en el Centro de Recepción de Visitantes, donde antes se destacaba su identidad republicana y ahora se sustituye por una imagen neutra del palmeral, es un símbolo claro de su estrategia: vaciar de contenido la memoria de Miguel Hernández para adaptarla a su relato ideológico.
No es la primera vez que la derecha trata de despolitizar la figura del poeta, pero su vida y obra son inseparables de su compromiso con la República y la justicia social. Hernández no solo escribió versos inmortales, sino que fue un combatiente de las ideas, un poeta del pueblo que defendió la causa de los oprimidos. Su trágico destino, encarcelado y abandonado hasta la muerte por la dictadura franquista, refuerza su carácter de símbolo de resistencia.
El PP de Orihuela y sus socios de Vox, obsesionados con borrar cualquier vestigio de memoria democrática, quieren convertir a Miguel Hernández en un simple poeta costumbrista, sin ideología, sin lucha, sin historia. Pero su legado es mucho más grande que sus intentos de manipulación. La multitud que salió a la calle para defender su figura demuestra que su voz sigue viva, que su poesía sigue resonando y que su mensaje sigue incomodando a quienes se resisten a reconocer el pasado.
El palmeral de Orihuela es un paisaje hermoso, sí, pero Miguel Hernández no es un decorado turístico. Es un referente universal de la literatura y de la lucha por la dignidad. Y por más que intenten silenciarlo, siempre habrá quienes levanten la voz para recordarlo.
