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El diablo no viste de barro

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La Comunidad Valenciana se enfrenta a una realidad política insostenible, donde las apariencias engañan y las alianzas nacen no de principios comunes, sino de conveniencia. El pacto entre el PP y Vox, que ha asegurado la continuidad de Carlos Mazón en el poder, es el claro ejemplo de cómo los intereses de unos pocos pueden silenciar las voces de muchos. Bajo la fachada de un acuerdo de legislatura que promete estabilidad, se esconde la verdad incómoda: un acuerdo que da paso a retrocesos sociales, económicos y democráticos.

A primera vista, este pacto puede parecer una victoria para Mazón, quien se asegura un respaldo fundamental para aprobar los Presupuestos. Sin embargo, cuando se profundiza en los detalles, lo que se revela es algo mucho más turbio. El PP, que en su momento se mostró como un partido moderado, se ha entregado a Vox en un abrazo incómodo, dejando de lado sus propios principios para alinearse con los postulados más radicales. El racismo, el negacionismo climático y el rechazo a políticas de integración son ahora el sello distintivo de este gobierno.

Lo más paradójico es que este pacto ha sido presentado como una «solución» para la recuperación de la Comunidad Valenciana tras las devastadoras lluvias de octubre. ¿Recuperación? Más bien una reconstrucción selectiva, que ignora la pluralidad social y promueve una visión única, dogmática y excluyente. La promesa de Mazón de enfocarse en la reconstrucción parece más una cortina de humo para distraer a la ciudadanía de las verdaderas implicaciones de este acuerdo, que ni respeta la diversidad cultural ni fomenta la inclusión.

En este escenario, las voces disidentes, como las de Diana Morant y Joan Baldoví, son tratadas como meros obstáculos que intentan torpedear un proceso que ya está predestinado a fracasar. Sus críticas se han convertido en gritos ahogados ante un poder que no tiene intenciones de ceder ni de escuchar. Los esfuerzos por movilizar a la sociedad o presionar judicialmente al presidente valenciano parecen ser la última esperanza de una oposición que ha quedado completamente arrinconada.

El pacto entre PP y Vox es una muestra de que, en política, la moral y la ética son comodidades que algunos se permiten desechar cuando lo que está en juego es el poder. Como bien dice el refrán, «el diablo no viste de barro», y este pacto es la prueba de que las verdaderas intenciones de quienes gobiernan están muy lejos de lo que muestran en público. La cuestión es si la Comunidad Valenciana estará dispuesta a soportar esta farsa durante los próximos años o si, finalmente, los ciudadanos se darán cuenta de que la reconstrucción que se promete no es más que una excusa para seguir cavando un agujero en el que todos quedaremos atrapados.

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