
Expediente Warren: El último rito llega como el cierre esperado de una saga que ha marcado el cine de terror contemporáneo. Desde sus primeras escenas, la película consigue captar la atención del espectador con una tensión palpable que se mantiene de manera constante a lo largo de las dos horas y cuarto de metraje. La sensación de intriga y miedo no decae en ningún momento, haciendo que el tiempo pase volando y dejando claro que este final está pensado para impactar tanto emocional como narrativamente.
Vera Farmiga vuelve a demostrar por qué es el corazón emocional de la saga. Su interpretación combina la firmeza de una investigadora experimentada con la vulnerabilidad de una madre enfrentada a lo sobrenatural, generando una profundidad que pocas películas de terror consiguen alcanzar. El resto del reparto también se muestra sólido: Patrick Wilson, como Ed Warren, sostiene el peso dramático de la historia con seguridad, mientras que los actores más jóvenes, incluidos los que interpretan a Judy y a su familia, aportan credibilidad y frescura a la trama. Se nota una evolución clara en los personajes; ahora más maduros y experimentados, enfrentándose a lo paranormal con determinación y humanidad.
Michael Chaves, encargado de la dirección, consigue mantener el espíritu de James Wan, aunque con matices propios. La película respeta la estética y el ritmo que los fans esperan, y aunque en algunos momentos la narrativa se siente ligeramente más lenta, nunca pierde su capacidad de atrapar. Los apartados técnicos son impecables: la fotografía crea espacios inquietantes, los efectos visuales refuerzan la tensión sin caer en lo artificial, y el diseño de sonido contribuye a sumergir al espectador en un ambiente de terror constante. Los jumpscares, más frecuentes que en entregas anteriores, cumplen su función aunque pueden sentirse algo intensos para quienes esperan el terror más psicológico característico de la saga.
La historia es uno de los elementos más destacados de la película. Elegir este caso como cierre de la saga es un acierto: por primera vez, Judy colabora activamente con sus padres, y el público conoce más sobre su desarrollo y motivaciones. La secuencia en la que Judy se une a los Warren para enfrentarse al demonio es el punto culminante de la película, uniendo emoción y tensión de manera magistral. Este momento no solo intensifica el impacto de la historia, sino que refuerza el vínculo familiar que ha sido siempre el eje emocional de la saga. La narrativa consigue equilibrar el terror con la humanidad de sus personajes, algo que pocas películas del género logran con tanta eficacia.

Más allá de los sustos, El último rito aporta un elemento nostálgico: la sensación de reencontrarse con un universo que ha acompañado a los espectadores durante años. La película logra un delicado equilibrio entre lo clásico y lo novedoso: respeta la fórmula de la saga, pero al mismo tiempo introduce nuevos matices que hacen sentir fresca y relevante la historia. El cierre es emotivo y satisfactorio, mostrando cómo los personajes han evolucionado y cómo la lucha contra lo sobrenatural se entrelaza con la vida cotidiana y familiar.
Si bien hay algunos puntos que podrían considerarse menores, como la presencia algo excesiva de jumpscares y ciertos momentos que se alargan más de lo necesario, la película logra compensar con creces estos detalles gracias a su fuerza narrativa, las actuaciones y la atmósfera que construye.
En definitiva, Expediente Warren: El último rito es una película que se disfruta tanto por el terror que genera como por la profundidad emocional que ofrece. Es un cierre digno, que deja una sensación de melancolía por la despedida de los personajes, pero también de satisfacción por el cierre de sus historias. Recomendable para todo amante del terror y lo paranormal, y especialmente para los seguidores de la saga, quienes encontrarán aquí una conclusión emotiva, intensa y memorable.
Nota final: 9,9/10
