En los últimos años, el ascenso de la ultraderecha ha dejado de ser un fenómeno aislado para convertirse en una tendencia global. Desde Europa hasta América, pasando por Asia y Oceanía, partidos y líderes de corte ultraconservador han ganado terreno en el espectro político, erosionando los pilares democráticos en el proceso. Este crecimiento se ha manifestado a través de discursos radicales, medidas autoritarias y un desprecio cada vez más evidente por el pluralismo y la diversidad.
Este auge no es casual. Factores como la crisis económica, la desconfianza en las instituciones, la polarización de los discursos y el impacto de las redes sociales han creado el caldo de cultivo perfecto para el crecimiento de estas fuerzas. El miedo al cambio, la migración y el desencanto con la clase política tradicional han sido explotados de manera eficaz por los partidos de ultraderecha, que se presentan como una alternativa a los sistemas establecidos. La simplificación de problemas complejos y la creación de un enemigo común han sido estrategias recurrentes, lo que ha llevado a una creciente radicalización de ciertos sectores de la sociedad.
Erosión de la democracia y el Estado de derecho
Las consecuencias de este crecimiento son tangibles y preocupantes. En primer lugar, se observa un debilitamiento de los valores democráticos y del respeto a los derechos humanos. Gobiernos de ultraderecha han promovido políticas discriminatorias, ataques a la prensa y restricciones a la libertad de expresión, erosionando el Estado de derecho. Además, la instrumentalización de la justicia y el control de los medios de comunicación han permitido que estos regímenes consoliden su poder y limiten la posibilidad de disidencia.
Además, la narrativa ultraderechista alimenta la división social. El discurso del «nosotros contra ellos» polariza a la sociedad y dificulta el diálogo, promoviendo el odio hacia minorías, migrantes y sectores vulnerables. Este clima de tensión favorece la aparición de episodios de violencia y discriminación que ponen en riesgo la convivencia. La hostilidad hacia sectores históricamente marginados, así como el cuestionamiento de sus derechos, no solo atentan contra el tejido social, sino que también agravan problemas estructurales como la desigualdad y la injusticia social.
Otro de los efectos de este avance es el retroceso en políticas sociales y medioambientales. En muchos países, los gobiernos ultraconservadores han impulsado medidas que limitan los derechos de las mujeres y las personas LGTBIQ+, desmantelan normativas ambientales y favorecen a sectores empresariales en detrimento de la justicia social y el bienestar común. La negación del cambio climático y la falta de compromiso con políticas de sostenibilidad representan un grave peligro para las generaciones futuras, mientras que la precarización del estado del bienestar contribuye a aumentar la desigualdad y la exclusión social.
La defensa de la democracia como respuesta
La lucha contra la ultraderecha no pasa por la censura ni por la exclusión del debate público, sino por el fortalecimiento de la democracia y la participación ciudadana. Es fundamental que las fuerzas democráticas construyan discursos sólidos y alternativas reales para evitar que el miedo y la desinformación sigan siendo las principales armas de los extremistas. La educación y el acceso a información veraz juegan un papel clave en la defensa de una sociedad más justa y equitativa, así como la necesidad de fomentar el pensamiento crítico y la empatía en el debate público.
La historia ha demostrado que el avance de los autoritarismos puede tener consecuencias devastadoras. Si queremos evitar que los errores del pasado se repitan, debemos actuar con firmeza en defensa de los valores democráticos, el respeto a los derechos humanos y la convivencia pacífica. La responsabilidad recae tanto en los gobiernos como en la sociedad civil, que debe mantenerse alerta y activa ante cualquier intento de socavar las bases de la democracia. Solo a través del compromiso colectivo podremos evitar que las sombras del autoritarismo se instalen de nuevo en nuestras sociedades.