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Enhorabuena genocidas

Mientras lees la noticia, escucha la canción del mes:

Primero de todo enhorabuena a Austria, país vencedor y a nuestra Melody, una auténtica diva.

53.272 personas asesinadas. Más de 120.000 heridas. Hospitales bombardeados. Niños enterrados vivos entre los escombros. Mujeres, ancianos, periodistas, personal médico: todos convertidos en objetivos militares de un Estado que no conoce límites. Ese es el saldo del genocidio que Israel perpetra sobre el pueblo palestino desde el 7 de octubre de 2023. Y, ante esta masacre, Europa decidió premiarlos con el segundo puesto en Eurovisión 2025.

Que no se atreva nadie a llamarlo cultura. Lo que vimos fue propaganda pura y dura. Lo que vimos fue cómo el arte se convierte en herramienta de blanqueo de crímenes de guerra. Israel no llevó una canción: llevó una estrategia. Una operación de relaciones públicas perfectamente diseñada para lavar con luces y lentejuelas el hedor de la sangre.

Y Europa, miserable y cobarde, tragó.

Mientras miles de cadáveres se acumulan bajo los escombros en Gaza, mientras se cometen atrocidades a plena luz del día, la maquinaria mediática occidental sigue fabricando una narrativa edulcorada donde el opresor aparece como víctima y el victimario canta en prime time. Lo que ocurrió en Eurovisión no es banal. Es una complicidad directa con un régimen genocida. Es la validación de que se puede exterminar a un pueblo entero y, aun así, ser ovacionado en los escenarios más importantes del continente.

No, no se puede separar la política de Eurovisión. No cuando sobre ese escenario canta un país dirigido por un gobierno ultraderechista, liderado por fanáticos que justifican crímenes de guerra a diario. No cuando, mientras la representante israelí hacía su numerito, los aviones F-16 bombardeaban campos de refugiados. No cuando el aplauso de Europa se convierte en el silencio más obsceno ante uno de los peores crímenes de nuestra era.

El segundo puesto de Israel no es una victoria musical. Es una victoria del exterminio sobre la conciencia. Es la derrota de los derechos humanos. Es una señal inequívoca de que el entretenimiento puede ser utilizado como arma política para ocultar el horror.

Quienes votaron a Israel, quienes aplaudieron, quienes callaron, tendrán que mirarse al espejo. Y preguntarse si los gritos de esos 53.000 muertos no resuenan en sus oídos cuando se apagan las luces del show.

Porque Eurovisión 2025 no lo ganó la música. Lo ganó la barbarie.

Y Europa aplaudió a los genocidas.

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