Hay canciones que no se escuchan: se sienten en la piel, como si la noche entera se plegara en tres minutos. “Berghain”, lo nuevo de Rosalía, es exactamente eso: una atmósfera. Un club convertido en confesionario. Una emoción comprimida entre luces estroboscópicas y el eco de una voz que ya no canta, sino que late.

El tema toma su nombre del mítico club berlinés, símbolo mundial de libertad, oscuridad y exceso. Pero Rosalía lo convierte en otra cosa: un espacio interior, una catedral del desamor. En su voz se mezclan la electrónica minimalista y la melancolía más pura, la experimentación sonora y la fragilidad humana.
“Berghain” no es una canción de fiesta, es una plegaria en el corazón de la pista.